• 5 de agosto de 2025 1:31 PM

¿La ética que limita la libertad de informar?

Ago 4, 2025

Por Conrado Quezada R.

El fin de semana recibí un enlace a una publicación en redes sociales que exponía La Carta Ética Mundial para Periodistas de la FIP fue adoptada en el 30° Congreso Mundial de la FIP en Túnez el 12 de junio de 2019. Hoy, como periodista, me gustaría advertir su peligro.


Por décadas se ha insistido en la necesidad de que el periodismo siga principios éticos. No faltan manuales, códigos ni declaraciones internacionales que intenten definir cómo debe ejercerse esta labor.

Sin embargo, cuando estos principios dejan de ser una guía y comienzan a imponerse como normas obligatorias, se corre el riesgo de limitar uno de los valores más esenciales del periodismo: la libertad.


La ética periodística debe servir para orientar, no para uniformar. Cuando se pretende que todos los periodistas informen de la misma forma, bajo los mismos parámetros, se olvida que la comunicación está atravesada por la diversidad de voces, enfoques y contextos.


No hay una sola manera “correcta” de informar, como tampoco hay una sola forma de entender o cuestionar la realidad.


A lo largo de la historia, el ejercicio de informar ha estado ligado a la necesidad de expresar ideas con intención política y transformadora. Marx y Engels escribieron en la prensa para difundir el pensamiento socialista.


En la Revolución Rusa, la prensa fue un vehículo crucial para el bolchevismo. Durante la Revolución Mexicana, diarios como Regeneración, de los hermanos Flores Magón, jugaron un papel vital para denunciar los abusos del régimen porfirista.


En el otro extremo ideológico, Benjamin Franklin, figura clave del liberalismo estadounidense, fundó periódicos como The Pennsylvania Gazette para defender los ideales de libertad e independencia. John Stuart Mill, uno de los pilares del pensamiento liberal, advirtió que «toda supresión de una opinión es una suposición de infalibilidad» y defendió la libertad de expresión como medio para acercarse a la verdad.


El artículo 1° de la Carta Ética Mundial del Periodismo (FIP, 2019) señala que “el respeto a los hechos y el derecho del público a la verdad son el deber primordial del periodista”. Aunque parece una afirmación incuestionable, puede ser usada para castigar o censurar a quien emite una opinión que incomoda.


¿Quién define qué es “la verdad”? ¿Y qué pasa cuando la búsqueda de esa verdad choca con el poder o con las versiones oficiales?


Otro ejemplo es el artículo 9°, que dice que el periodista “no debe actuar en nombre de grupos de interés”. Si bien esto puede interpretarse como una defensa frente a manipulaciones, también puede convertirse en un obstáculo para quienes practican un periodismo comprometido con causas sociales, ambientales o de derechos humanos. ¿Debe el periodista mantenerse “neutral” ante la injusticia?


Es necesario reconocer que el periodismo no es una actividad neutra. Toda información tiene una intención: visibilizar, denunciar, proponer, cuestionar. Imponer una ética rígida corre el riesgo de sofocar estas intenciones, debilitando al periodismo como herramienta para el debate público y la transformación social.


La ética no debe ser un corsé, sino un espacio de reflexión. Un periodismo ético es aquel que se ejerce con responsabilidad, pero también con libertad. Y esa libertad debe incluir el derecho a incomodar, a disentir y a expresar sin miedo las ideas que ayudan a construir sociedades más críticas y más libres.


Crear normas éticas para justificar el periodismo que le gustaría a unos y no a otros es lo mismo que censurar, limitar o frenar la acción de comunicar con libertad aunque se cubra con el manto sagrado del “beneficio social”.


Quizá lo que necesitamos es una Carta Ética Mundial para funcionarios públicos y personas electas que regule sus ingresos, su nivel de vida y los beneficios laborales cargados en impuestos a la sociedad y todo eso en busca del beneficio social.